domingo, 18 de noviembre de 2007

Jardín de las delicias

Tomémonos de las manos
que ya quedaron inservibles,
todos juntos, tan humanos,
contemplando el tan previsible
mundo de algún dios entrecano
saciado del hastío invisible
que regurgitan en vano
nuestros sueños de infelices...
Porque tarde es ahora para volver
a contemplar el jardín de las delicias,
pútrido nuestro espíritu de ser
mero recipiente de cenizas,
nos ha condenado a padecer
esta lánguida existencia. ¿Vida?
Aún consideran algunos
que ése es el nombre
que damos a este caos absurdo
que es la conciencia del hombre...
¿Para qué inventaron
todos los consuelos inútiles
que han hecho de nosotros, humanos,
una exequia a irreales estereotipos
difuntos,
visiones idílicas de nosotros mismos?
El hombre ansía volver al jardín
en el que nunca puso el pie,
para llegar a obtener el sí
que dé respuestas a su inaplacable sed
de adquirir la conciencia de existir
por primera y última vez...
¡Qué esfuerzo inútil
y sobrevalorado
es querer volver al jardín de las delicias!

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